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El contraste curioso que ofrecen los inmensos
carteles de las consignas, en contradicción con los
anuncios y luminosos de la publicidad de las
primeras marcas, para disputarse el mejor puesto
del mercado nacional vietnamita.

Los políticos, esos grandes desconocidos para
la población civil, sin mayor creatividad social,
apelan en pinturas, murales y consignas a la figura
del desaparecido en 1996, Ho Chi Minh.

Con él mantienen su dogmatismo, e invocan
a los posibles valores que aquel les dejara,
como una forma actual de entender la sociedad.

Y mantienen un mausoleo, con los restos
perfectamente conservados. Aún en contra de los
deseos del propio tío Ho, com ellos le llamaban.
Pues él, hombre humilde, pidió la incineración
y esparcimiento de sus restos,
en una ceremonia íntima.