La exuberancia tropical asiática
funde humedad e incienso.
La fuerza del monzón y del instinto
se remansan un punto, y... surges en el delta,
orquídea de la noche.
Cuando acallan los monjes la plegaria
presentan los burdeles su reclamo.
Cunado el Buda yacente se abandona al nirvana,
se libera el deseo de los gatos siameses.
¡Insólita Thailandia! provocación y súplica,
sudores de malaria y motocarro.
Mas de pronto, un prodigio: refulgen los tejados,
arde el Templo del Cielo de Indra,
y el de la Gran Reliquia, con el sol;
espejean pináculos, flamígeros remates,
resplandece polícroma estridencia...
¡Oh sagrado Bankok, la filigrana
del bronce, el oro, el jade y la esmeralda!
Mil Gautamas te habitan. Los creyentes se bañan,
en su luz, su equilibrio, sus inertes sonrisas:
Piedad y reverencia, antes de sumergirse
en la calle infernal o en el lago misérrimo.
¡Oh Siam! Cuánta lucha
por conseguir el Elefante Blanco
de la prosperidad... Pasó por esta tierra
pero no se detuvo. Solo puso un mercado
de espíritu y de carne a precios asequibles.
(José María Lorca)