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Patagonia es un gran camino.
Camino de pensar, en una naturaleza
todavía sin malear; camino de sorpresa
y de emoción, ves pero no puedes creer
tanta grandeza; camino de soledad y
esfuerzo, de su gente combatiendo el
frío, las distancias, con reducidos y naturales
medios; caminos de paso, Argentina, Chile,
estepas, glaciales; camino hacia el
"Fin del Mundo", Tierra de Fuego,
Cabo de Hornos.

Lugares inhóspitos donde la
necesidad hace fluir la hospitalidad.
Viendo altares improvisados, en
carreteras aisladas y poco transitadas,
llenos de botellas de agua, en homenaje
y evitando que vuelva a suceder el
desenlace de la Difunta Correa.

Deolinda Correa, más conocida
como la "Difunta Correa",
era una mujer proveniente de San Juan,
que estaba casada con un soldado
que defendía la causa revolucionaria
de Bustos. Cuando a él lo llamaron
para ir reclutado a la Fuerza de la Rioja, 
no tuvo alternativa y debió partir,
a pesar de que estaba muy enfermo.

Ella, por su parte, no soportó que su marido
se fuera en esas condiciones y decidió seguirlo.
Tomó a su hijo y siguió las huellas
de los soldados en la montaña. Después de mucho andar
cayó agotada y sedienta sobre un pequeño cerro y murió.
Más tarde, arrieros que pasaban por ahí
la encontraron junto a su hijo aún con vida,
amantándose de los pechos de su madre.
Los hombres cuidaron al niño y sepultaron
a la madre cerca del Cementerio Vallecito,
en la cuesta Sierra Pie de Palo.